Estaba sentada en la terraza de
mi casa, recién duchada y con Lucas a mi lado.
Cuando me había encontrado en la playa y él me había visto la
sangre, al principio intenté negar lo evidente. Inventé en tiempo récord, un
puñado de mentiras, cada cual menos creíble que la anterior.
Pero Lucas no era tonto y cuando terminé con mis explicaciones
absurdas me quitó la chaqueta de un tirón. Cuando empezó a ponerse verde al ver
todo mi pijama empapado de ese color rojo brillante, decidí que era mejor
decírselo, aunque no me creyera.
Pero sorprendentemente creyó a pies juntillas todo lo que le
conté.
Y ahora estaba aquí conmigo, limpiando las pequeñas heridas que
me quedaban.
-Es increíble que te cayeras desde tan alto –comentó él- Podrías
haberte matado ¿Sabes? –soltó, produciéndome un escalofrío.
-Ya –me limité a decir
-Las heridas son muy pequeñas y apenas se ven. Tuviste mucha
suerte, pero seguro que tienes algo interno, a lo mejor es bueno que vallas al
hospital.
-¡NO! –grité girándome de forma brusca para mirarle- Nadie puede
saber que subí al faro ¡Mi madre me mataría! Además me gustaría saber quien me
recogió, más que nada para darle las gracias.
Él asintió, aunque se veía a la legua que no estaba de acuerdo
con mi decisión de no decir nada a nadie. Me agarró de los hombros y me giró
otra vez para seguir curándome las heridas.
Después de una conversación exhaustiva con él, se fue a casa, y
conseguí estar presentable para cuando mis padres se levantaron.
Como era otoño, nadie hizo ningún comentario al verme con un
gorro de lana puesto sobre mi pelo negro intenso.
Cuando Ángel, me hermano pequeño, apareció escaleras abajo y me
vio, corrió hacia mí y me abrazo con efusividad.
-¡Yoli! –me dice con voz melosa, esa voz que pone cuando quiere
algo- ¿me llevas a la playa a jugar?
Iba a contestarle cuando mi madre nos interrumpió
-Hoy no quiero que piséis la playa ninguno de los dos ¿Está
claro?
Tampoco me dio tiempo a preguntarle por qué, porque ella como siempre
fue más rápida.
-Ha salido en las noticias, Yolanda, esta mañana en la playa a
aparecido un gran charco de sangre, muy cerca de aquí –Me dice mientras coge a
Ángel en brazos y se gira para llevarlo a desayunar
-¿QUÉ? –sin poder hacer otra cosa palidezco pensando en toda la
sangre que vi al bajar del faro. Mi sangre.- Pero…¿Por qué ha salido eso en las
noticias? ¿de quien dicen que es?
-No lo saben pero alguien tuvo que darse un fuerte golpe allí. –me
explica y yo simulo que no sé donde está y le pregunto cosas.
Durante todo el día dejo de prestar atención a las cosas que hay
a mi alrededor. No me puedo concentrar en nada y el faro esta todo el tiempo en
mis pensamientos.
Por la tarde, me voy a dar un paseo con mi amiga Viana. La miro
con atención mientras ella habla preocupada del charco de sangre que ha salido
en las noticias. Está muy excitada desde que lo vio por la mañana y no para de
hablar de ello el rato que está conmigo. Viana es alta, más alta que yo, pero
con lo pequeña que soy es bien fácil superarme. Ella no es andaluza, pero lleva
en este pueblo muchos años y ya nadie se acuerda de que en realidad su familia
es alemana. Tiene la piel de un moreno color caramelo tostado, de tanto darle
el sol. Es el tipo de chica que pasa horas tumbada en la playa cuando pega el
sol y coge el color adecuado de piel sin quemarse ni un poquito. Sus ojos son oscuros,
casi negros y su pelo ondulado y corto es pelirrojo intenso. En realidad Viana
es muy guapa. Tanto que cuando va a mi lado yo carezco de importancia. Puede
que ella sea un poco superficial, pero es una gran amiga.
Durante el rato que estamos juntas, intentó disimular el grado
de ansiedad que tengo desde que llegué a mi casa por la mañana, pero sé que
ella se ha dado cuenta de que estoy rara.
Al llegar la noche empeoro y no puedo ni estarme quieta.
Al final me voy a la cama sin cenar y entre mis sábanas suaves y
con olor a vainilla, intento olvidar mis preocupaciones.
Pero sin poder resistirlo miro por la ventana. Allí está el
faro, con la misma luz de siempre. La playa está desierta, parece que los policías
se han ido para seguir la investigación al día siguiente.
La vista se me nubla al pensar en todo eso. Espero que dejen la
investigación pronto, porque no sabría cómo explicar que me caí y que…
Y que me salvó una mujer fantasma.
Durante todo el día me he comido la cabeza pensando en lo real
que llega a parecerme esa mujer.
Me gustaría darle las gracias…necesito subir otra vez al faro.
Con esos pensamientos, vuelvo a la cama e intentó dormir. Pero
me da la sensación de que lo único que me ayudará será esa melodía suave de
piano.
Cuando estoy segura de que esta noche no sonará, me levanto.
Me quito el pijama y me visto con ropa de abrigo, y cojo las
zapatillas de deporte de mi madre.
Necesito volver para aclarar ideas. Durante todo el camino,
tiemblo. Pero esta vez no es de frío, sino de nervios.
Cuando llego, subo sin problemas con las zapatillas y agarrándome
a los salientes, y luego me cuelo por la ventana que esta medio rota y subo las
escaleras hasta llegar a la trampilla. La empujo con fuerza y entro en la sala
circular.
Pero está vacía.